| El odontólogo seguirá detenido

«¡Me tenés podrido con Dios!», le gritó Barreda a su última amiga

Una mujer de 49 años quiso recibir a Barreda en su casa, pero la Justicia se lo negó. El odontólogo perdió su libertad en dicembre, cuando se ordenó su encierro otra vez.

Barreda cuando aún estaba libre.

Barreda cuando aún estaba libre.

Por Rodolfo Palacios

Ricardo Barreda la recibió con cara de pocos amigos. Estaban en el salón de visitas de la cárcel de Olmos. Yolanda Sonia Marisa García, de 49 años (treinta menos que Barreda), había fallado en su intento de alojar al odontólogo que el 20 de noviembre de 1992 mató a escopetazos a su esposa, su suegra y sus dos hijas en La Plata. La Justicia rechazó su pedido. Barreda se enojó por la exposición mediática que tuvo su nueva amiga.

-Son todas iguales, al final.

-¿Por qué decís eso?

-Me traicionaste. Te paseaste como estrella de circo por todos los canales.

-Lo hice para ayudarte.

-Ayudarme un carajo. !Me terminaste de hundir, mujer!

-Estás equivocado, no te das cuenta que tenés que acercarte a Dios.

-¡Otra vez con Dios! ¡Y dale con Dios!

-No lo niegues, Dios es parte de tu vida.

-¡Basta con Dios! ¡Todo el tiempo hablando de Dios! Dios esto, Dios aquello, Dios pin pum pam. ¡Me tenés podrido con Dios!

Yolanda dio media vuelta y se fue llorando.

“Me trató mal, me siento decepcionada. Tengo demasiados problemas como para sumarme uno nuevo. No tengo trabajo, estoy enferma y vivo casi en la pobreza”, le dijo a CyR.

Algunos de sus vecinos le daban vuelta la cara o, por lo bajo, decían: “Hay va la loca”. En un día recibió unas cincuenta llamadas de los medios televisivos y radiales. “Barreda tiene nueva novia”, titularon los diarios. Por esos días, Yolanda se dio cuenta de que había cometido un error: ofrecer su casa al famoso asesino.

A poco más de un dos meses del interés mediático, García volvió al anonimato. Mientras tanto, Barreda sigue buscando casa. Quizá consiga que un amigo sea su garantía.

En su momento, Yolanda había dicho a Clarín: “Dios me lo puso en mi camino”. Su aparición fue una especie de alivio para el odontólogo, quien perdió su libertad el 22 de diciembre de 2014, cuando el juez Dalto revocó su condicional. Hasta entonces vivía con su novia Berta André, a quien había conocido en la cárcel hace ocho años. La mujer lo llevó a vivir a su departamento de Belgrano y lo mantuvo económicamente. Pero ahora, la Justicia cree que es peligroso que Barreda viva con Berta.

Barreda había recuperado la libertad en 2008: fue a vivir al departamento de Belgrano de su novia Berta André, a quien conoció cuando ella visitaba a otro preso en la cárcel. Durante un tiempo, el odontólogo vivió una segunda vida: salía a pasear, hablaba con sus vecinos, iba al cine, al zoológico. Pero la relación con Berta fue rompiéndose poco a poco. Aunque por momentos parecía olvidar que el hombre que dormía a su lado, el que la criticaba porque engordaba y se la pasaba hablando de malas noticias, el que le decía chochán y la cree incapaz de entender una película de Woody Allen, es Ricardo Barreda, el hombre que mató a escopetazos a cuatro mujeres.

Berta pasó ese tiempo en su propio mundo, supuestamente enamorada de un hombre odiado por la mayoría de las mujeres. Un hombre que luchó en vano para recuperar la casa de La Plata donde las mató. Su fantasía era vivir en ese lugar: volver a ejercer como dentista, salir a pasear en el mismo Falcon verde con el que se deshizo de la escopeta. Cocinar en la misma cocina donde empezó su cacería mortal. Quería ser el mismo que vivió en esa casona en 1992. El mismo tipo, pero sin ellas.

Ahora la casa será un centro de asistencia a las víctimas de la violencia de género. El día que el Senado bonaerense aprobó la expropiación, un grupo de legisladores y miembros de agrupaciones feministas entraron en la vieja casona de la calle 48 entre 11 y 12. “Ni bien abrimos la puerta, sentimos en la cara un vaho de humedad y muerte”, confiesa una de las personas que recorrió la casa. Aún hay manchas de sangre reseca, están los agujeros generados por los escopetazos y los muebles viejos.

En el consultorio donde Barreda atendía a sus pacientes hay una vitrina con moldes de dentaduras y en su pieza resiste entre telarañas y polvo un banderín de Estudiantes de La Plata. En la fachada, días después de la matanza, alguien escribió “Ricky ídolo”, un mensaje que fue pintado en las banderas de los barras de Estudiantes.

Hace dos semanas, después de que trascendiera que Gerardo Sofovich tenía un plan macabro para matar a su ex mujer, alguien pintó en la vieja casa: “Barreda gato, Sofovich te espera en el infierno”.


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