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Entre Berni y la pared

Por Esteban Rodríguez Alzueta*

El pez por la boca muere, dice el refrán, pero cuando el pez le dice a la “gente” lo que quiere oír, le cuenta a la TV lo que anda buscando, difícilmente se quede sin oxígeno. En efecto, Sergio Berni se mueve como pez en el agua; sus intervenciones apelan al espectáculo, la polémica y el clisé. No es casual que lo hayamos visto en los últimos meses pasearse por los programas como a ningún otro funcionario, o presentarse disfrazado en las escenas del crimen o las catástrofes que pilotea en primera persona. Como corresponde a un militar, dueño de una verba marcial, es claro y contundente. Eso no quiere decir que sea convincente y, mucho menos, que sus intervenciones sean esclarecedoras y se propongan explicar la compleja conflictividad social. Todo lo contrario, Berni es una aplanadora: la simplificación es la mejor “argumentación” cuando la única respuesta sigue siendo más policía, más cárcel.

Si a la izquierda de la Presidenta está la pared es porque a la derecha se encuentra Sergio Berni, pero también Granados, Scioli, Urtubey, Insfrán, Alperovich, entre otros. Basta revisar las frases que destila el secretario de Seguridad de la Nación para referirse a los actores que identifica como problemáticos. Habla de “sindicalistas radicalizados”, “energúmenos violentos”, “emigrantes que sólo saben delinquir”, “delincuentes que entra por una puerta y salen por la otra”. Como un déjà vu, las frases nos devuelven al pasado que se pretende dejar atrás.

Su puntería no está hecha sólo de bravatas sino de palos y gases. Pero Berni tiene que saber que las órdenes son directas o indirectas, es decir, están hechas de decisiones expresas pero también de declaraciones sobreactuadas más o menos improvisadas. Esas declaraciones no caen en saco roto, no son ingenuas. Tienen el filo de las palabras que hieren a las personas y vulneran los derechos. Son palabras que contribuyen a caldear el ambiente, a avivar el fuego, a respaldar la prepotencia policial. Los policías se sienten envalentonados si el secretario de Seguridad les dice por TV lo que siempre o muchas veces escucharon dentro de la institución.

Berni borró con el codo lo que se fue tallando con esfuerzo desde la gestión de Masquelet y Nilda Garré, a saber: la protocolización de las fuerzas de seguridad en las manifestaciones públicas. Desde el año pasado hemos visto a la Gendarmería no sólo empuñando armas de guerra y provocando a los manifestantes sino apelando a la represión y la judicialización de la protesta. Los gendarmes no están para proteger a los manifestantes en el ejercicio de su derecho sino para correrlos del lugar, emplazarlos detrás del cordón policial.

Si a la izquierda de Cristina Fernández está la pared será porque Berni levantó un muro para invisibilizar y desautorizar la protesta social. Un muro hecho de prejuicios que contribuyen a certificar los estigmas que muchos medios y dirigentes dedican para referenciar como problema a los manifestantes. Un muro, también, para que la Policía Federal practique tiro al blanco contra los jóvenes pobres o los detenga contra la pared para cachearlos y “verificar” sus antecedentes.

Parece mentira, pero diez años después nos encontramos más o menos en el mismo lugar. En materia de seguridad no fue una década ganada sino una performance que nos deja más preguntas que respuestas, con muchas tareas inconclusas. Sabemos que los procesos no son lineales, que las reformas están hechas de avances y retrocesos. Pero en materia securitaria –parafraseando a Lenin–, un paso adelante y catorce o veinte años atrás, es decir, retrocedimos a la década del 90. Basta echar una mirada a la tasa de prisionización, a la cantidad de casos de gatillo fácil, para darnos cuenta de que la violencia institucional es la misma –si no peor– que durante el neoliberalismo.

No nos preocupa Berni, porque tiene las horas contadas. Como dijo Balzac, los gobiernos pasan y la policía permanece, sobre todo con declaraciones como las que propaga Berni. Con su pirotecnia verbal confirma el lugar que tienen las policías en el imaginario social. Nos preocupa porque cuando se corre por la derecha, con el discurso del comisario, el que venga tendrá el camino allanado. Berni se lo habrá despejado.

*Docente e investigador de la UNQ. Autor de Temor y control: la gestión de la inseguridad como forma de gobierno.

Fuente: Perfil.


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