| Fue arrestado con armas

Valor preso otra vez, ¿venganza o fue entregado?

El ex jefe de la superbanda planeaba escribir un libro. Fue detenido junto con un hombre investigado por narcotráfico. Había recuperado su libertad hace dos meses. Mirá el video del arresto.

Por Rodolfo Palacios

El Gordo salió al jardín, caminó unos pasos y se paró al lado de un limonero. En ese momento recordé la escena de El Padrino en la que Don Corleone juega con su nieto y cae entre los naranjos fulminado por un infarto. Salvo que el Gordo Valor esa mañana se sentía vivo: arrancó un limón, lo apretó con fuerza, como si en ese puño se amontonara su nostalgia, y al abrir la mano lo olió.

–Esto era lo que perdí todo este tiempo. El olor de la libertad.

Era una mañana de mayo. El Gordo, célebre líder de la superbanda que robaba bancos y blindados en los años ochenta y noventa, me había invitado a su casa de Escobar para hablar del libro que quería escribir sobre su vida. Quería que lo ayudara a relatar su historia desde su infancia hasta el final de la superbanda. Estaba relajado y sonriente.

–Yo no caigo más. A los 60 años quiero vivir la vida. Por eso tenemos que armar un escritorio con la computadora, con vista al jardín. Y ponernos a laburar en el libro –me dijo después de que me sirviera una cerveza. Estaba más flaco y se mantenía vital. Él tomó jugo porque una de las prohibiciones de la libertad asistida era no tomar alcohol. Otra era no tener mala junta.

Si todo es como la Policía dice, esta última regla no la respetó: según la versión oficial, el domingo 6, Valor circulaba en una Renault Kangoo gris con una pistola calibre 9 milímetros, un revólver 32 largo y una pistola calibre 40, además de 50 municiones con punta de teflón (que atraviesan los chalecos antibalas) y tres cargadores completos. Además llevaban un Handy con frecuencia policial. Iba con un hombre identificado como Aníbal Benítez, supuestamente investigado por narcotráfico. Hubo una persecución durante 30 cuadras hasta que lo detuvieron. Al igual que en la anterior detención, hace cinco años, el parte policial habló de un operativo de rutina en el que vieron “un coche en actitud sospechosa”. Suena llamativo que Valor siempre sea detenido casualmente. ¿Alguien lo entregó? ¿Le hicieron una cama? ¿O el delito en él funciona como un tónico vigorizante que no puede dejar?

“Todo es muy raro. Te juro que el Gordo no andaba en nada sucio. Se fue de casa en colectivo para ir a ver a un familiar. Iba a volver al mediodía. Lo iba a esperar con los ravioles. Al rato me enteré por los medios que lo habían detenido. Él no andaba en nada ilegal, estaba entusiasmado con su libro y con varios proyectos”, le dijo a CyR Nancy, la esposa de Valor.

Desde que salió en libertad tuve trato casi diario con el célebre rufián. Estaba ansioso y quería arrancar con el relato de su historia. Una editorial estaba interesada. “¿Y amigo, alguna novedad?”, me preguntaba Valor por teléfono. Hasta me llamaba dos veces para hacer la misma pregunta.

Me resultó raro ver a Luis Alberto Valor libre, en otro ámbito que no fuera la cárcel. En los últimos diez años nos vimos unas veinte veces, casi siempre en los salones carcelarios de Campana, sentados a una mesa rodeados de empanadas, facturas o carne al horno. Llevaba en libertad 66 días. El Juzgado de Ejecución Penal número 1 de San Isidro le había concedió la libertad asistida el 1 de mayo, en respuesta a un planteo que había realizado en diciembre su abogado Gustavo Semorile.

El día que lo visité en su casa de Escobar estaba acompañado de su esposa, su hija, su nieto y su cuñada. Todos estaban felices. Además del libro, el Gordo quería dar charlas e instalar un salón de fiestas.

–A la tumba no vuelvo más.

Su casa de madera era confortable, aunque le faltaban refacciones. El amplio jardín florido era la contracara de los patios inmundos y pequeños que recorría en la cárcel, donde organizaba festivales para el Día de la Madre y el Día del Niño.

–Eso está perfecto. En la cárcel yo vivía con disciplina. No voy a delinquir más. Quiero disfrutar de mi esposa Nancy, que estos últimos cinco años se bancó de todo. Es conmovedor lo que hizo por mí. Quiero disfrutar los días con ella. Volver a dormir a su lado. Lejos de todo lo malo– me dijo en la primera nota que dio en libertad. “Es importante que papá esté ocupado en el libro y en otros proyectos así no se deprime y no lo rodean las malas compañías”, me dijo su hija. Nancy vivía con una sonrisa después tantos años (unos 15) yendo a visitar a su marido religiosamente a la prisión.

Parecía que esta vez iba a quedarse del lado de afuera. Hacía un mes y medio sus dos hijos habían sido detenidos por supuesta venta de droga. “Aclará que no tengo nada que ver, todos me nombran a mí, no puedo hacerme cargo de lo que hacen mis hijos, si es que estaban haciendo eso”, me pidió un día.

“A mí me hicieron mala fama, pero nunca lastimé a nadie. Me han cargado hasta robos que no cometí. Los tiempos cambiaron. El delito cambió. Yo cambié. Ahora hay que cuidarse de los narcos y de los que te matan para robarte dos mangos”, había dicho Valor a CyR.

Valor entró en la historia criminal argentina en septiembre de 1994, cuando se fugó del Penal de Villa Devoto junto a otros presos tras descolgarse de una sábana y saltó desde una altura de siete metros para ganar la calle, pero luego fue recapturado.

–Entre mate y asadito, en dos meses hacemos el libro. Nos tiene que ir bien. A la fuga hay que contarla con lujo de detalles–, me dijo hace un mes. En estos días íbamos a vernos. Quizá en el microcentro, pero el Gordo ahora está en una celda de la Brigada de San Miguel.

“No lo podemos creer. El otro muchacho veía siendo investigado por una causa de drogas. Había tareas de inteligencia. No sabemos como Luis llegó hasta ahí”, dijo a CyR Gustavo Semorile, abogado de Valor.

La anterior detención del Gordo fue el 31 de julio de 2009 después de una accidentada persecución policial. El famoso hampón, que según la policía estaba por cometer un robo, chocó en su auto contra una fila de árboles del country Olivos Golf Club de Pablo Nogués, en el norte del conurbano bonaerense, una porción de campos y casas de dos plantas construidas en barrios cerrados, con vista a un lago, y vigilados por guardias privados las 24 horas.

Los policías le encontraron en el baúl del coche cuatro armas de fuego y objetos robados en una casa, entre ellos una guitarra acústica. Los investigadores lo acusaron de líder una banda que buscaba hacerse pasar por policías y fiscales que iban a hacer un allanamiento en un country. Ese día salió a la luz una foto de Valor caído en el pasto y con una mancha de sangre en la cabeza. El domingo 6, en su nueva caída, se mostró una foto parecida. Otra vez Valor caído en el pasto, con sangre en la cabeza. Y esa expresión en la cara que sólo tienen los que se saben derrotados.


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